Antecedentes *
Teoría de los grandes mercados y la Unión Europea *
Historia de los grandes mercados *
El Mercado Común Europeo *
Los tratados europeos *
Los objetivos *
Las instituciones *
El Tratado de la Unión Europea, Maastricht 1992 *
El tratado de Lisboa, 2007 *
Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea *
Bibliografía *
Tema
Antecedentes
En realidad ninguno de los intentos anteriores al siglo XX de unificar Europa bajo un solo poder se puede considerar como antecedente de lo que hoy entendemos por Unión Europea, puesto que todos tienen como ideal el dominio de los pueblos y no la convivencia en común. Ni siquiera los nacionalismos integradores del siglo XIX, que pretendían construir un gran espacio económico donde mover con libertad mercancías y capital, y por donde pudiera circular la fuerza de trabajo y acceder a los mercados sin restricciones, pueden considerarse como antecedentes reales.
La idea de Europa es una construcción humana, puesto que a diferencia de otros continentes que tienen una unidad geográfica muy definida, Europa, en realidad, no es más que una península de Asia. Claro que eso no lo sabían los antiguos, que dividieron el mundo en continentes. Sin embargo, en esa península se dan una serie de características comunes que la individualizan, características fundamentalmente de tipo cultural. Europa es la cuna de la civilización clásica grecolatina, una civilización que hizo del latín la lengua común hasta mucho después de que hubiese dejado de ser utilizada por el pueblo, puesto que se mantuvo en las universidades, los monasterios y la liturgia, como lengua culta y de transmisión de saber. Con el tiempo esta sociedad se convertiría en el modelo civilizador de todo el mundo y llegaría a dominarlo. Otro de los aspectos culturales que unifican Europa es su base cristiana, que en épocas precontemporáneas, como la Edad Media o la Edad Moderna, es lo que constituye la auténtica unidad de Europa, sobre todo ante el peligro de invasión musulmana. Además, esta idea es la que constituye el centro del concepto de Imperio, desde el Sacro Imperio Romano Germánico a la república cristiana y la monarquía universal de Carlos V. Esta idea de Imperio y dominio persiste hasta la Europa del liberalismo y las guerras napoleónicas, los imperialismos y la paz armada. Sólo después de la segunda guerra mundial, ante el espectáculo de una Europa devastada, la pérdida de la hegemonía mundial y el inicio de la guerra fría, se ve la necesidad de una Europa unida que pueda recuperar su nivel de potencia mundial ante la política de bloques.
Sin embargo, la idea de que la unidad de Europa, puede ser la solución a las continuas guerras en las que se ve inmersa periódicamente, se remontan al siglo XVII y tienen su máxima expresión en la defensa contra el peligro exterior que supone la lucha contra el islam. Pero es, ante todo, una postura de los intelectuales como Andrés Laguna, Luis Vives, el abate Saint-Pierre, Rousseau, Kant o Benthon.
En el siglo XIX el internacionalismo obrero, los comunistas partidarios, también, del internacionalismo, los anarquistas, que fuera de todo Estado sueñan con la libre adhesión de ciudades, son los exponentes más claros de las posturas de unión europea. Aunque esto se queda en buenas intenciones cuando las guerras hacen tomar a la clase obrera posturas nacionalistas.
También el nacionalismo expansivo del siglo XIX sueña con unificar Europa, aunque en realidad lo que pretende es aprovechar el impulso unificador de países como Italia o Alemania, para que hombres como Giuseppe Mazzini sueñe con conseguir a escala europea lo que ha conseguido en Italia. De esta postura es partidario también Víctor Hugo.
Pero nada de esto va más allá de la pura especulación o las guerras de conquista, hasta después de la primera guerra mundial. Tras la paz de Versalles los países que han estado en guerra y han vencido, sienten en la necesidad de crear instituciones internacionales que garanticen la paz. El resultado de todo eso es la creación de la Sociedad de Naciones, y será en este foro donde se plantee por primera vez la idea de una Europa unida en lo político y lo económico. Será Coudehove Kalergi quien en 1922 lance por primera vez la idea paneuropea. Pero esto no será más que un ideal político. En 1924 se promulga un manifiesto en el que se recogen estos ideales, pero habrá que esperar a 1925 para que se firme el Tratado de Locarno, que no deja de ser la plasmación de unas buenas intenciones políticas.
Las ventajas de la unificación europea estaban patentes desde que en 1923 se unieron Bélgica y Luxemburgo. Este es un auténtico antecedente, por lo que tiene de acuerdo entre los pueblos y los gobiernos. A ellos se les uniría Holanda en 1943 formando el Benelux. En 1929 la Sociedad de Naciones lanza la idea de crear los Estados Unidos de Europa, pero la crisis económica hace tomar a los países medidas proteccionistas de su economía, y es la época de los nacionalismos excluyentes y los fascismos, cosa nada propicia para iniciar una unidad europea, por lo que todo queda en las intenciones políticas, y no se ha dado un solo paso hacia la construcción de una auténtica unidad europea.
Pronto llegaría la segunda guerra mundial que dejaría a Europa en ruinas y a merced de EE UU y la URSS, los dos grandes bloques que en 1946 iniciarían una guerra fría por el control de Europa, y el mundo. Es en esta época cuando se toma conciencia clara de la necesidad de una unión política y económica para recuperar su status de gran potencia. En 1946 Winston Churchill da una conferencia en Zúrich en la que advierte del peligro que supone la URSS y lo que implica, para Europa, la división en bloques que separará a Europa con un «telón de acero». Sin embargo, no será hasta 1957 cuando se firme el Tratado de Roma que pone en marcha el Mercado Común entre Italia, Francia, Alemania y el Benelux.
Teoría de los grandes mercados y la Unión Europea
En la economía capitalista contemporánea, desde la revolución industrial, la producción depende del mercado, de las posibilidades de compraventa del producto a precios baratos y sin trabas administrativas que lo encarezcan innecesariamente. Nace la idea de igualdad de adquisición de un producto, y del libre cambio. Surgen, así, los mercados nacionales, gracias al transporte, en los que dentro de una determinada zona geográfica se incluye la extracción de materias primas, la elaboración del producto y su venta. El transporte permite la creación de regiones especializadas, que buscan ventajas comparativas. Todo esto hace surgir la teoría de los grandes mercados, según la cual un país sólo es viable económicamente si incluye dentro de sus fronteras todos los procesos de producción y venta de todos los productos que consume, sin trabas administrativas que encarezcan los precios unitarios. Esto implica que los países sólo son viables si tienen un tamaño mínimo. La unidad del mercado implica la creación de un espacio por el que circulan libremente capitales, mercancías y fuerza de trabajo. Pero, al mismo tiempo que se crean mercados libres en espacios lo más amplios posible, estos se protegen de otros mercados similares y competidores, imponiendo barreras aduaneras que dificulten la competencia de otros productos creados en otros ámbitos. Esta dicotomía entre mercado nacional interior, unido y libre, y mercado internacional intervenido, genera otros problemas. En general, no es posible producir todos los productos que se consumen, por lo que hay que acudir a las importaciones, en algunos casos. Entonces, aparece la necesidad de mantener el equilibrio de la balanza de pagos. Además, la aduana servirá, como antaño, para proteger la economía nacional de las crisis económicas internacionales. En realidad, este es el criterio que se sigue en el siglo XIX cuando se crean los actuales Estados nacionales, que no están compuestos ni por pueblos, ni por criterios topográficos, sino que la idea de nación está presidida por la creación de un ámbito de libre circulación de capitales, mercancías y fuerza de trabajo, en condiciones de cierta uniformidad y sin trabas administrativas.
El mercado pequeño deja infrautilizado el sistema productivo, ya que es capaz de producir más de lo que ese mercado es capaz de consumir. En estos casos se aboga por la liberalización del mercado mundial, o la creación de un mercado más amplio. La consecución de este mercado permite la obtención de economías de escala y ventajas comparativas, con lo que descienden los precios unitarios del producto. El único obstáculo a esto son los límites que impone el transporte, de ahí que en los comienzos de la creación de los mercados nacionales lo primero haya sido la construcción de una adecuada infraestructura viaria y de grandes canales de comunicaciones.
Según el liberalismo económico, un gran mercado es más difícil, sino imposible, de controlar por un pequeño grupo de productores, creando, así, las condiciones para una competencia perfecta. Sin embargo, esto no es así, puesto que las grandes multinacionales son capaces de controlar la oferta, y por lo tanto los precios. No en vano se han hecho necesarias leyes antitrust que garanticen la libre competencia, y se han tenido que prohibir los acuerdos entre los productores de un determinado artículo. En todos los países hay tribunales de la competencia, y alterar el precio de las cosas es un delito.
Sin embargo, sí es cierto que un gran mercado proporciona precios más baratos, al suprimir las barreras arancelarias y al proporcionar un mayor número de consumidores, con lo que los precios unitarios pueden bajar, porque aunque aumente la demanda, la fábrica puede aprovechar al máximo su sistema productivo. El incremento de las posibilidades de consumo y el aumento del poder adquisitivo hace crecer los beneficios y la economía.
Historia de los grandes mercados
La creación de grandes mercados, y de mercados nacionales, no estuvo exenta de problemas, ya que determinadas zonas se oponían a perder sus privilegios al ser incluidas dentro de las fronteras nacionales, ese es el caso del País Vasco en España, por ejemplo. Las primeras creaciones de Estados mercados nacionales, Inglaterra, Francia, España, etc., a partir del siglo XVIII y XIX impulsa el desarrollo de estos países gracias al transporte, que es una condición indispensable. Pero aquí vamos a tratar de la creación de grandes mercados por la unión de diferentes Estados, que en principio no eran el mismo ni unitarios.
El caso de Estados Unidos de América es paradigmático. En la construcción de los EE UU lo primero que se plantea es la unión política. En 1776 se promulga la Declaración de Independencia, para todos los estados que lucharon contra Inglaterra. En 1787 se hace la constitución estadounidense, la primera constitución liberal, que para entrar en vigor ha de ser ratificada por todos los estados que componen la Unión. En ella queda patente que ningún estado puede poner restricciones a las medidas económicas que se tomen en las instituciones que se crean en común para todos ellos. Tampoco pueden oponerse a la libre circulación de capitales, mercancías y trabajadores. La constitución de 1787 es la creación de un gran mercado, los estados que componen la Unión no pueden poner barreras aduaneras, se promulga la unidad monetaria y recae en el Congreso de la Unión la posibilidad de reglamentar el comercio. Según este modelo, primero se toman las medidas políticas que permitan la unificación y luego las disposiciones económicas. Claro que el país está aún por construir, y no hay oligarquías con intereses muy arraigados. No obstante, el proceso generará tensiones que culminarán entre 1862-1865 con la guerra de Secesión, una guerra entre dos modelos económicos, el liberal capitalista y el esclavista.
Otro modelo diferente es el que se da en la Alemania del siglo XIX con la creación del Zollverein, heredero de la comunidad hanseática. Según este proceso lo primero es la unificación económica, antes que la política. El Zollverein se ve impulsado por el bloqueo inglés al continente durante la invasión napoleónica de Europa, a comienzos de la revolución industrial en Alemania. Los pequeños estados alemanes ven la necesidad de ampliar su espacio de mercado, pero no quieren perder su independencia política. En 1819 Baviera hace la propuesta de la creación de un espacio de libre circulación de mercancías y la supresión de aduanas. Entre 1834 y 1867 el Zollverein está funcionando con libertad en el comercio interior, y ante el comercio exterior tiene un arancel común. El Zollverein está controlado por un Congreso Aduanero en el que cada estado miembro tiene un voto, y en el que se requiere unanimidad para alcanzar los acuerdos. En 1867 esta unanimidad se convierte en mayoría. El papel preponderante de Prusia en el Zollverein será aprovechado para realizar la unidad alemana a través de la guerra franco-prusiana. Según este modelo primero se hace la unificación económica y luego la política.
Otro modelo es el de la unificación italiana, que nos advierte de los peligros de no tomar medidas contra los desequilibrios regionales. La diferencia de industrialización entre el norte y el sur benefició al norte, pues al quedar suprimidas las trabas arancelarias para la circulación de capitales y trabajadores estos se concentraron en el norte, en busca de economías de aglomeración, dejando al sur empobrecido y despoblado. La industria del sur desapareció ante la invasión de productos más baratos provenientes del norte. La agricultura del norte también era muy productiva y no necesitó del sur, por lo que no hubo especialización productiva. Lo que sí hubo fue un intenso éxodo, entre el norte y el sur, de la fuerza de trabajo, que era más barata.
El Benelux es el ejemplo de unión económica y política más reciente, y un auténtico precedente. En 1923 se unen Bélgica y Luxemburgo y en 1943 se une también Holanda, en plena guerra, naciendo así el Benelux. Lo más destacado del modelo de unificación del Benelux es la concordancia de las políticas monetarias, económicas y sociales. Hay una extrema prudencia en la puesta en práctica de las medidas, puesto que hay grandes diferencias salariales, y de capacidad industrial, entre unas zonas y otras. Bélgica es mucho mayor que Holanda y que Luxemburgo y está mucho más industrializada, por lo que hay que tomar acuerdos de compensación que permitan la especialización productiva. Tras la segunda guerra mundial el acuerdo permitió un desarrollo comercial sin igual en Europa. Los acuerdos permitieron la diversificación productiva y el desarrollo simultáneo de la industria y la agricultura.
Como antecedente inmediato de la Unión Europea puede considerarse, también, a la OCDE (OECE) Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (u Organización Europea de Cooperación Económica), que se crea en 1947 entre los países para rentabilizar al máximo las ayudas del plan Marshall. Se diseñan planes de inversión de ayuda al desarrollo en toda Europa. Pero esta es una organización que tiene muchos problemas, ante las profundas divergencias entre los países.
El primer paso efectivo hacia la construcción de la Unión Europea es la firma del Tratado de la CECA, Comunidad Económica del Carbón y del Acero, en 1951. En aquella época el desarrollo de un país se medía por su capacidad de producir acero. Este acuerdo permite la liberalización de los intercambios entre Francia, Alemania, Italia y el Benelux. Es un compromiso irreversible de integración económica que tiene como virtud la creación de unas instituciones independientes que velan por la buena marcha del tratado. Son: el Ejecutivo, el Tribunal de Justicia y la Asamblea Parlamentaria, que garantizan la coordinación de las políticas de los países firmantes. Se buscará un equilibrio entre el mercado y la producción, se fijarán las reglas de la competencia, se permitirá la libre circulación de la fuerza de trabajo (que habrá de estar homologada), se realizarán políticas de inversiones, y se planteará un nuevo problema: el de la explotación de los recursos, ya que su distribución geográfica no es uniforme. Tampoco es uniforme el precio de la fuerza de trabajo, que depende de las rentas percibidas más las cargas sociales, y como son diferentes en cada país pueden influir sobre la capacidad exportadora y competidora. Las diferencias no son tan acusadas si se comparan sector por sector, pero sí hay diferencias en asuntos como el trabajo femenino. Además, se hace necesario un desarrollo tecnológico uniforme y una reglamentación común de homologación, seguridad, medio ambiente, etcétera. Todo ello con el fin de lograr un equilibrio económico y evitar la tendencia de los capitales a concentrarse y a desequilibrar, geográficamente, la economía. El precio de la fuerza de trabajo no era suficiente para atraer los capitales estables.
Todo ello permitió la especialización de la economía en un mercado ampliado que garantizaba un esfuerzo racional y el desarrollo de las regiones menos favorecidas, asegurando la libre competencia. El problema era el definir cuál es el lugar de las diferentes regiones dentro de la economía de la comunidad.
El Mercado Común Europeo
En 1955 los ministros de Asuntos Exteriores y de Economía de los países de la CECA deciden ampliar el acuerdo a toda la economía. Esto implicaba, al mismo y tiempo, una unificación previa del régimen arancelario con respecto a terceros países, la armonización de la política general en materia económica, la coordinación de la política monetaria, la libre circulación de la mano de obra, la creación de unas reglas de competencia comunes, la creación de un fondo de inversión para las economías menos desarrolladas, y la armonización reglamentaria en el terreno social y su homologación.
Todo esto se recoge en el Informe Spaak, un estudio previo de un grupo de expertos que definió las grandes líneas del contenido del Mercado Común. Este mercado común debería tener un órgano independiente y permanente, que lleve la iniciativa de las decisiones, la Comisión Europea, un Tribunal de Justicia y una Asamblea Legislativa. Desde el principio se distinguieron dos posturas en la construcción de la Comunidad Europea: la liberal, que pretendía una simple reducción de los obstáculos al comercio, y la social que abogaba por extender el compromiso a las condiciones sociales, que influirían en el precio del producto, y la compensación con las regiones más pobres, lo que implicaba una armonización de la economía.
Las negociaciones tuvieron lugar en Bruselas en 1956. El resultado fue la puesta en común de los mercados y los recursos, y el equilibrio global de la economía. Pero no se suprimen las aduanas. Se tiende a la armonización social de las condiciones de trabajo. En estas condiciones se firma en 1957 el Tratado de Roma.
El Tratado de Roma no crea una zona de libre cambio, sino una unión aduanera. El objetivo es arrastrar a los países a una unión económica y política irreversible, pero con cuidado, para que no surjan posturas intransigentes.
En 1957 son seis los firmantes del Tratado de Roma: Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. La Europa de los seis, que tienen relaciones privilegiadas con otras asociaciones parecidas como la EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio), de carácter mucho más limitado y compuesta por los países nórdicos.
El Mercado Común Europeo (CEE, Comunidad Económica Europea) pronto se revela como la mejor asociación de países para permitir el desarrollo económico, y todas las naciones quieren formar parte de él. En 1970 España firma una acuerdo comercial preferencial con la CEE. En 1972 Noruega pide la integración en el Mercado Común, pero un referéndum popular lo impide, y el intento queda frustrado.
En 1973 nace la Europa de los nueve, al firmar el Tratado de Roma Inglaterra, Irlanda y Dinamarca. En 1973 hay una profunda crisis económica, pero la incorporación de estos tres países, a pesar de las dificultades, da un impulso decisivo a la Comunidad Económica Europea, hacia el desarrollo comunitario y la integración.
En 1974 se decide que el Parlamento Comunitario se vote en elecciones libres y directas por los ciudadanos, con una vigencia de cinco años. Y en 1978 se instaura el sistema monetario europeo, el ECU (Unidad de Cuenta Europea) que entra en vigor el 1 de enero de 1979. La CEE es una realidad indiscutible, que cada vez tiene más prestigio y es garantía de crecimiento económico, por eso los países que aún están fuera quieren entrar.
En 1981 firma el Tratado de Roma Grecia, naciendo así la Europa de los diez. La incorporación de Grecia, un país del sur predominantemente agrícola, crea dificultades con la política agraria común (PAC).
En 1982 sale Groenlandia de la Comunidad, su lejanía con respecto a Europa implica que no se vea tan beneficiada como el resto de Dinamarca.
Pero la CEE no sólo toma medidas económicas, sino también en el campo de la investigación y la tecnología, con la firma del Acuerdo del EURATÓN, para el desarrollo de la energía atómica. También hay proyectos para mejorar las instituciones, con el fin de llegar a la unión política. En 1983 surge el Anteproyecto de la Unión Europea, y en 1985 se hace el Informe Dooge, sobre las reformas institucionales necesarias.
En 1986 firman el Tratado de Roma España y Portugal, naciendo, así, la Europa de los doce. Estos países, como Grecia, pertenecen al sur mediterráneo, lo que traerá dificultades en la PAC. Además, las preocupaciones sociales toman más relevancia, ya que estos países tienen muchas zonas desfavorecidas económicamente. Su ingreso en la CEE se hace en pleno proceso de unificación política. En estos momentos la CEE ha cumplido los objetivos para los que se creó, y ha crecido tanto que se hace necesario un nuevo tratado. El 3 de octubre de 1990 se vuelve a unificar Alemania, al desaparece la República Democrática Alemana, integrándose en una sola, con lo que, de hecho, la Unión Europea crece, aunque no formalmente.
En 1992 se firma en Maastricht el nuevo tratado, el Tratado de la Unión Europea (UE). Este nuevo tratado ha de ser ratificado por los diferentes países, no sin dificultades, como el caso de Dinamarca que rechaza el tratado en referéndum, aunque posteriormente lo ratificará.
En 1995 firman el Tratado de Maastricht Austria, Suecia y Finlandia. Noruega rechaza en referéndum, una vez más, su incorporación. Nace así la Europa de los quince, con lo que se desvía el equilibrio europeo hacia los países del norte, más ricos e industrializados; aunque los países nórdicos tienen una amplia tradición de compensación de las desigualdades sociales.
El 1 de mayo del 2004 ingresaron en la UE 10 nuevos países. Se trata de 10 países del este de Europa: Letonia, Lituania, Estonia, Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Chipre y Malta. Todos ellos, salvo Chipre y Malta, pertenecieron a la órbita soviética hasta la caída del Muro de Berlín. Se trata de países mayoritariamente agrícolas, sobre todo de granos. Su mano de obra es muy barata, por lo que cabe pensar que las plantas productivas se transladen a estos países. Su industria está obsoleta, y necesita una profunda reconversión para que sea competitiva. El impacto en la distribución de ayudas dentro de la UE es muy grande, ya que absorberán gran cantidad de subvenciones. Su punto más débil es la estabilidad de la economía, por lo que no ingresarán automáticamente en el euro. Esto es un freno para la instalación de empresas en estos países, ya que la mayor ventaja se adquiriría si se pudiesen hacer negocios directamente en euros. Para poder acceder al euro deberán tener un déficit que no supere el 3% del PIB, una deuda inferior al 60% del PIB, una inflación que no supere el 1,5% de la media de los países con menor inflación, y unos tipos de interés que no superen el 2% de la media de los países con tipos de interés más bajos. Todo esto debe mantenerse por lo menos dos años, por lo que el ingreso será un proceso que durará desde el 2007 al 2012 por lo menos.
Todos estos países son pequeños y aportan poca población, excepto Polonia. en total se suman unos 75 millones de personas. El caso más difícil, desde el punto, de vista político es el de Chipre, cuya franja norte está ocupada por Turquía, y mantiene un conflicto fronterizo muy tenso, que se ha estabilizado por la construcción de una «línea verde» a cargo de la ONU. La parte sur, que es la que ingresa en la UE, es de origen griego, y el conflicto se originó porque pretendían unirse a Grecia, lo que no gustó a Turquía que comenzó la invasión. Se celebró un referéndum para aprobar el plan de reunificación propuesto por la ONU pero fue rechazado en la parte griega.
El 1 de enero del 2007 firman el tratado de Maastricht, y se incorporan, Bulgaria y Rumanía. Ambos países con una renta per cápita muy baja y que necesitan muchas ayudas de Europa.
Los tratados europeos
En los tratados de Roma y en el Tratado de la Unión Europea se determinan los objetivos de la Comunidad Europea, las instituciones y la política general. Son una especie de constituciones de la Unión Europea.
El tratado fundamental en el que se plasman la mayoría de las instituciones, y su carácter, es el Tratado de Roma. Los demás son, en realidad, una ampliación de los objetivos y un replanteamiento de las instituciones, así como de la política de la comunidad, con el objetivo de alcanzar, a medio plazo, la unificación política de la Comunidad Europea. Una unión que se comenzará por la creación de una moneda común.
Los objetivos
Los objetivos que se plantea el Tratado de Roma afectan a diversos ámbitos, como por ejemplo a las mercancías, para las cuales se prohíben los derechos de aduana entre los países de la Unión. Se establece un arancel común ante las mercancías llegadas de terceros países, lo cual crea problemas en las naciones que quedan fuera. Algunos países europeos tienen acuerdos bilaterales privilegiados, con los que van a formar parte de la CEE. Tal privilegio debe desaparecer o hacerse extensivo a todos los países de la CEE. También hay problemas con EE UU que ve un frente común ante sus productos, y amparados en la OMC pretende la liberalización del mercado. El objetivo fundamental es la libre circulación de mercancías, uno de los ejes básicos de la creación de la Comunidad Económica Europea.
Otro asunto es el de la libre circulación de personas y servicios, sobre todo en lo referente a los trabajadores, a los que se garantizan todos los derechos. Para ello es necesario armonizar la política social de todos los países, de manera que sea parecida en cualquier país de la comunidad, y un ciudadano tenga garantizados los mismos derechos en todos ellos.
La libre circulación de capitales es uno de los objetivos fundamentales de la Unión Europea, ya que para algunos es el núcleo clave de la misma. Este objetivo ha sido el más sencillo de llevar a la práctica, puesto que son unos pocos los que tienen capitales de importancia, pero ha supuesto la necesidad de crear una unión monetaria que garantizara la estabilidad, el sistema monetario europeo, así como una uniformidad fiscal, para evitar la formación de paraísos fiscales que concentren la mayoría de los capitales.
También se determinan en los tratados cómo ha de ser la política comunitaria en los diferentes sectores. En materia de política exterior el tratado está influido por la OMC y la defensa de los propios intereses ante terceros, por lo que aún es uno de los aspectos menos desarrollados de los tratados.
La política agraria común (PAC) es de vital importancia, sobre todo, para los miembros del sur, que tiene una mayor proporción de la agricultura en su PIB. El objetivo de la PAC es aumentar la productividad de la tierra y asegurar al agricultor un nivel de rentas mínimo, que le permita vivir del campo con un nivel adquisitivo similar al de otros sectores. También se pretende asegurar el abastecimiento de los productos más comunes a precios razonables para los consumidores. Todo ello implica la necesidad de racionalizar las explotaciones y modernizarlas, con el fin de hacerlas más productivas. Pero, también, en contradicción con esto, se subvenciona a la agricultura de montaña, claramente deficitaria, para conservar los valores de este tipo de cultura y de población. Esta política entra en contracción con la OMC, sobre todo después de la Ronda Uruguay en 1994. Lo que se pretende es crear un mercado único con precios parecidos en todos los países miembros, y que el abastecimiento se haga preferentemente entre los países de la comunidad. Para ayudar a las regiones más desfavorecidas se ha creado el FEGA, un fondo de solidaridad financiera, y el FEDER, fondo de desarrollo regional.
En cuanto a la política de transportes el objetivo es la creación de una red densa que permita integración del mercado y la eliminación de obstáculos administrativos, como las aduanas. La creación de un mercado bien comunicado es vital para el crecimiento económico de la Comunidad.
La política comercial está dirigida por la existencia de un arancel exterior común y la defensa de los acuerdos de la OMC.
La política social ha sido una de las más discutidas y replanteadas, pero es vital para no crear desigualdades entre los países miembros. Se centra en la unificación de las reglamentaciones y la protección social. La existencia de un fondo social europeo para la educación y la preparación técnica de los trabajadores. Esto es fundamental para la movilidad de la mano de obra. Es necesaria la cooperación educativa y el tratar de ayudar a las regiones menos favorecidas. Esta política ha traído muchas tensiones, no sólo entre países, sino entre grupos de poder que entienden la protección social de diferentes maneras.
También ha traído muchas tensiones la política monetaria, ya que es la que han utilizado los diferentes gobiernos para estabilizar su economía. Pero la creación del ECU implica el compromiso de tener una cierta estabilidad monetaria. La política de los diferentes países ha de ir dirigida a la convergencia, para lograr tener una moneda única, que resistiría mucho mejor los ataques exteriores. Esta política se traduce en el sistema monetario europeo (SME) y el ECU (unidad de cuenta europea).
También se lleva una política común en investigación y desarrollo tecnológico. Se trata de tener una tecnología propia y no depender de los EE UU ni del Japón.
Curiosamente, la Unión Europea no tiene definida una política específica ni de industria, ni de energía.
Las instituciones
Los tratados de Roma y Maastricht han creado una serie de instituciones con diferentes contenidos.
El Consejo de Ministros, que tiene un representante del gobierno de cada país. Es el encargado de coordinar las políticas económicas, adoptar los reglamentos de la comunidad y el órgano encargado de tomar decisiones, que han de ser por unanimidad o mayoría cualificada.
La Comisión Europea consta de 14 miembros de los distintos países. Es un órgano independiente y vela por el interés general de la comunidad. Se ocupa de tomar decisiones y ejecutarlas en el marco del tratado. Está, pues, al margen de los gobiernos de los países.
El Parlamento Europeo, que desde 1974 se elige por sufragio universal libre y directo, por cinco años, es el órgano legislativo de deliberación y control de la comunidad.
El Tribunal de Justicia es el órgano encargado de garantizar el Derecho, en la interpretación y aplicación del tratado. Resuelve los litigios entre Estados y entre los órganos de la comunidad.
El Tribunal de Cuentas se crea en 1975, pero no llega a funcionar hasta el 1-6-1977. Tienen el cometido de controlar las cuentas de la comunidad y emitir un informe anual.
El Banco Central Europeo, es el encargado de la política monetaria y la implantación del euro, se creó el 1-1-1999. Dirige las operaciones de cambio y garantiza el buen funcionamiento de los sistemas de pago.
El Banco Europeo de Inversiones (BEI) es el encargado de conceder préstamos a largo plazo a las empresas. Financia proyectos de inversión para contribuir al desarrollo equilibrado de la Unión.
El Comité Económico y Social que tiene una función consultiva ante la Comisión Europea, el Consejo de la Unión Europea y el Parlamento Europeo. Los dictámenes son elaborados por diversos representantes cualificados en los diferentes sectores.
El Comité de las Regiones, creado en 1994 es la institución más joven. Pretende dar una voz ante las instituciones europeas a las regiones de cada país, sin necesidad de que el gobierno correspondiente sea su voz en Europa. Se trata de un órgano consultivo.
El Defensor del Pueblo, es un órgano unipersonal que defiende derechos de todos los ciudadanos de la Unión ante la Administración europea.
En general, las instituciones europeas no funcionan bien, debido al poco poder ejecutivo que tienen, y a las reticencias de los países a ceder soberanía a favor de la Comunidad Europea.
El Tratado de la Unión Europea, Maastricht 1992
El Tratado de Maastricht es, en realidad, una reelaboración de todos los tratados que desde 1957 se han ido desarrollando en la Comunidad Europea, para tener uno sólo de referencia. Su finalidad es la unión política de todos los países que componen la Unión Europea. En realidad crea la Unión Europea. Esencialmente es igual que el Tratado de Roma, pero modifica alguno de sus objetivos y amplía otros, en función de las necesidades de los nuevos tiempos.
En materia de política exterior y seguridad se pretende la defensa de unos valores comunes y el fortalecimiento de la seguridad de la Unión Europea y sus países a través de la creación de un ejército europeo: la UEO. Concibe la ciudadanía europea como una ampliación del derecho a la libre circulación e implica la facultad de ejercer los derechos civiles en cualquier país de la Unión, tanto ejercer el derecho al voto, como a ser elegido en un país extranjero. Este punto ha implicado la única reforma de la constitución española, hasta el momento, añadiendo las palabras «y pasivo» al artículo 13-2.
Otro de los objetivos es la ampliación de las competencias de las instituciones. Pero el objetivo a medio plazo más transcendente es la unión monetaria. Este es el punto clave del tratado, ya que exige una estabilidad económica y monetaria. Se trata de hacer un mercado regional efectivo, con una moneda única, el euro. El euro entró en vigor el 1-1-1999, para operaciones en mercados ficticios, y comenzó a circular como moneda real el 1-1-2002.
El tratado firmado en Maastricht se va modificando para adaptarse a las nuevas exigencias de la Unión Europea. Ha habido dos modificaciones, una en Amsterdam en 1997 y otra en Niza en el 2000, donde se fijaron las condiciones de ampliación a los países del este de Europa, pero la más importante ha sido la de Lisboa del 2007.
El tratado de Lisboa, 2007
Tras la última ampliación de la Unión Europea, y con vista a una integración mayor, el tratado de Maastricht dejó de responder a las necesidades de la Unión, especialmente en lo que a la distribución de mayorías y cuotas de poder, se refiere. Se hacía necesario un nuevo tratado para acoger con eficacia a los nuevos miembros. En el 2004 se abordó una reelaboración muy ambiciosa de todo el tratado, con bases nuevas y conceptos novedosos: el «Tratado por el que se establece una Constitución para Europa», pero en su proceso de aprobación recibió el rechazo, en referéndum, de Francia y Holanda, con lo que se hubo de abandonar a la espera de un momento mejor.
Sin embargo el Tratado de la Unión vigente seguía siendo insuficiente, por lo que los mandatarios abordaron la reforma del tratado para adecuarse a los nuevos tiempos. El nuevo tratado se firmó en Lisboa el 13 de diciembre del 2007. La modificación consiste únicamente en dos largos artículos que concretan qué artículos del tratado quedan modificados (y cómo), más las disposiciones finales y una serie de protocolos que han hechos mucho más complejo el cuerpo del tratado.
Los objetivos del tratado de Lisboa son:
Hacer una Europa más democrática y transparente, dando más protagonismo al parlamento europeo, con mayores competencias, y los parlamentos nacionales. También se da voz a a los ciudadanos a través de la «iniciativa ciudadana». Se hace una clasificación precisa de las competencias de cada cual. También se contempla la posibilidad de que un Estado miembro se retire de la Unión.
Hacer una Europa más eficaz, con métodos de trabajo y votación simplificados. Se amplían los ámbitos en los que las decisiones se aprueban por mayoría cualificada. A partir del 2014 la mayoría cualificada obedecerá al principio de doble mayoría (mayoría de los Estados miembros y de la población), y se alcanzará cuando los votos favorables representen, como mínimo, el 55% de los Estados miembros y el 65% de la población.
Crea el cargo de presidente del Consejo Europeo elegido por dos años y medio, y vincula la elección del presidente de la Comisión a los resultados de las elecciones europeas.
Mejorar la capacidad de la UE para abordar cuestiones en el campo de la justicia, la libertad y la seguridad; además de la política energética, salud pública, protección civil, cambio climático, servicios de interés general, investigación, política espacial, cohesión territorial, política comercial, ayuda humanitaria, deporte, turismo y cooperación administrativa, que se irán definiendo según las necesidades.
Hacer de Europa un actor en la escena internacional. Se pondrán en juego todas las capacidades económicas, humanitarias, políticas y diplomáticas de Europa para fomentar sus intereses y valores en todo el mundo.
Hacer una Europa de derechos y valores, libertad, solidaridad y seguridad, que conceda rango de Derecho primario a la Carta de los Derechos Fundamentales. Se especifican y consolidan los valores y objetivos sobre los que se basa la Unión. En particular, garantiza las libertades y los principios enunciados en la Carta de los Derechos Fundamentales, que pasan a ser jurídicamente vinculantes.
Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea
Probablemente la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea se la novedad más destacada del nuevo tratado. Sustituye a la vigente carta proclamada el 7 de diciembre del 2000. En su preámbulo afirma que: «la Unión está fundada sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, y se basa en los principios de la democracia y el Estado de Derecho». La Carta redefine la ciudadanía de la Unión y un espacio de libertad, seguridad y justicia en el que están garantizados y se pueden reclamar. Estos derechos pertenecen a las personas, por lo que no entran en conflicto con la diversidad cultural de los pueblos.
El título I trata sobre la dignidad, aunque no aclara específicamente en qué consiste eso en las explicaciones finales aclara que se apoya en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Artículo 1: «La dignidad humana es inviolable. Será respetada y protegida». Los siguientes artículos son más concretos: derecho a la vida , derecho a la integridad de la persona, prohibición de la tortura y de las penas o los tratos inhumanos o degradantes y prohibición de la esclavitud y del trabajo forzado .
El título II trata sobre las libertades, artículo 6: «Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad». También es un artículo ambiguo porque no especifica qué libertades y qué seguridad. Al igual que el anterior los siguientes artículos concretan: respeto de la vida privada y familiar, protección de datos de carácter personal , derecho a contraer matrimonio y derecho a fundar una familia , libertad de pensamiento, de conciencia y de religión , libertad de expresión y de información , libertad de reunión y de asociación, libertad de las artes y de las ciencias, derecho a la educación , libertad profesional y derecho a trabajar , libertad de empresa , derecho a la propiedad, derecho de asilo y protección en caso de devolución, expulsión y extradición.
El título III trata de la igualdad. Al igual que los anteriores comienza con un artículo general: «Artículo 20: Todas las personas son iguales ante la ley», y luego se concreta: No discriminación; diversidad cultural, religiosa y lingüística; igualdad entre mujeres y hombres; derechos del niño; derechos de las personas mayores; e integración de las personas discapacitadas.
El título IV trata de la solidaridad. En este caso se abordan directamente en qué consiste esa solidaridad: Derecho a la información y consulta de los trabajadores en la empresa, derecho de negociación y de acción colectiva, derecho de acceso a los servicios de colocación, protección en caso de despido injustificado, condiciones de trabajo justas y equitativas, prohibición del trabajo infantil y protección de los jóvenes en el trabajo, vida familiar y vida profesional, seguridad social y ayuda social, protección de la salud, acceso a los servicios de interés económico general, protección del medio ambiente y protección de los consumidores. Como se ve se trata, en realidad de derechos laborales, económicos y de la salud, en una sociedad de mercado.
El título V establece la ciudadanía europea que consiste en: Derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones al Parlamento Europeo, y elecciones municipales, derecho a una buena administración, derecho de acceso a los documentos, derecho de petición, libertad de circulación y de residencia, protección diplomática y consular, y establece la institución del defensor del pueblo europeo.
El título VI trata de la justicia, que consiste en: derecho a la tutela judicial efectiva y a un juez imparcial, presunción de inocencia y derechos de la defensa y derecho a no ser juzgado o condenado penalmente dos veces por la misma infracción. Además se establece el principio de legalidad y de proporcionalidad de los delitos y las penas.
El título VII establece las «disposiciones generales que rigen la interpretación y la aplicación de la carta»: Ámbito de aplicación, alcance e interpretación de los derechos y principios, nivel de protección y prohibición del abuso de derecho.
La carta incluye una larga explicación de cada uno de los artículos, por lo que para interpretarlos es conveniente tener en cuenta tanto lo que dicen como el porqué están ahí.
Bibliografía
J. F. Deniau y G. Druesne: «El Mercado Común». Oikos-Tau. Barcelona 1989
VV. AA.: «Por la Europa de la libertad: una propuesta española». Contrastes. Drac. Barcelona 1989
VV. AA.: «La Europa de los doce». Salvat. Temas Clave. Barcelona 1986
Organismos Oficiales: «La Unión Europea: Breve introducción al tratado de Maastricht». B.O.E. Madrid 1992
Web Santiago Pastrana
viernes, 30 de octubre de 2009
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